Sin ti no hay escuela
El curso comienza. Las aulas despiertan, los pasillos respiran, las pizarras esperan. Y en el centro de todo, tú, maestro. Sin ti no hay escuela.
Andrés Manjón lo sabía bien. Por eso fundó las Escuelas del Ave María en Granada, allá por 1889, con la certeza de que el maestro es la raíz de todo aprendizaje. Lo decía sin rodeos: “Hazte cada día mejor, pues tu misión es formar hombres para Dios y para la Patria”.
La escuela viva que soñó Manjón
En tiempos en que enseñar significaba encerrar niños entre paredes, Manjón abrió el aula al aire libre. Enseñó con tierra, piedras y juego. Con dibujos en el suelo, con canciones y movimiento. Su pedagogía era vida: el niño aprendía con los pies descalzos en el campo, con los ojos en el cielo y con las manos en la arcilla.
Ese método —sencillo y revolucionario— lo convirtió en pionero de lo que hoy llamamos educación activa. Antes de que existiera la palabra gamificación, ya estaba él invitando al alumno a aprender jugando. Antes de que se hablara de inclusión, ya estaban sus puertas abiertas a los pobres, a los olvidados, a los que nadie quería educar.
Hoy, tu misión sigue viva
El maestro de hoy carga con la misma herencia: no solo transmitir datos, sino formar personas. Cada clase es un acto de siembra. Cada gesto tuyo —una palabra de aliento, una mirada atenta, una corrección justa— es semilla.
Pregúntate:
- ¿Qué aprenderán mis alumnos de lo que digo… y qué de lo que hago?
- ¿Cómo puedo hacer de mi aula un espacio de vida, no solo de teoría?
- ¿Qué huella dejará este curso en ellos, más allá de los exámenes?
Buen inicio de curso
Que este año seas maestro y artesano. Que tu escuela respire como soñó Manjón: al aire libre, en el corazón del niño, en la vida de cada día.
Bienvenido al curso. Hazlo tuyo. Hazlo verdadero.