Feliz inicio de curso. Al comenzar este nuevo curso, deseo recordaros la grandeza de la misión que se nos ha encomendado. No se trata simplemente de transmitir conocimientos, sino de formar corazones y mentes, de guiar a los jóvenes en el camino hacia una vida íntegra y virtuosa.

Sed, pues, conscientes de la responsabilidad que lleváis sobre vuestros hombros. La educación es, ante todo, una obra de amor; amor por la verdad, por la belleza, por el bien. Enseñad no solo con palabras, sino con el ejemplo de vuestras vidas, pues nada educa más que una vida recta y entregada.

Recordad

Recordad que cada niño que entra en nuestras aulas es un alma que debemos moldear con cuidado y dedicación. No busquéis simplemente llenar su mente con hechos, sino cultivar en ellos el deseo de aprender, de ser mejores cada día, de servir a los demás con generosidad y fe.

No desaniméis

No os desaniméis ante las dificultades que puedan surgir. Las pruebas que enfrentéis serán oportunidades para mostrar vuestra fortaleza y fe. Y, sobre todo, tened siempre presente que nuestra obra no es solo terrena, sino que tiene una dimensión trascendental. Educar es, en esencia, regenerar y salvar.

Confiad en la Providencia y en vuestra vocación, y así, al final del curso, podremos mirar atrás con satisfacción, sabiendo que hemos cumplido con nuestro deber de la mejor manera posible.

Que el Señor os guíe y os fortalezca en esta noble tarea.

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