Enrique Alonso Guardia
Será, pues, la curiosidad y el asombro, puerta de entrada al aprendizaje. Como dice el neurocientífico Francisco Mora:
“La curiosidad es la llave que abre las ventanas
de la atención, y con ella el aprendizaje y
la memoria, y con lo aprendido y
su clasificación, la adquisición de nuevos conocimientos.” (Mora, 2013).
Aunque este concepto no es moderno, parece que pudiera tenerse más presente en las nuevas generaciones de maestros/as.
DESDE EL INICIO DE LA HISTORIA SE HABLÓ DE LA CURIOSIDAD COMO PUERTA DEL CONOCIMIENTO.
Empezando en la Escuela de Mileto[1] 600 años antes de Cristo ya se vislumbraba que la curiosidad y el asombro son los principios de la acción educativa, de la necesidad de saber y de la búsqueda de respuestas a procesos que suceden en el entorno, a encontrar respuestas a las emociones humanas o al propio sentido de la vida.
Pasando Platón, Sócrates, Aristóteles como cientos de autores nos detenemos en Jeanne Hersch en su interesante libro “El gran asombro” que nos recordaba el inicio de la filosofía y las ganas de saber: «Trataremos en primer lugar del asombro de los hombres que vivieron al comienzo de la Antigüedad griega, y que se «asombraron» en torno al siglo vi antes de Cristo, en la Magna Grecia, en Asia Menor, en Sicilia. No nos apresuremos a juzgar.». (Hersch, 1993),
HASTA LA ACTUALIDAD
Para terminar con Catherine L’ecuyer, una abanderada de la importancia del asombro en la educación y advierte contra la sobreestimulación, especialmente la tecnológica, que puede adormecer el deseo natural de los niños de conocer y aprender. Dice en su libro Educar en el Asombro: “Educar en el asombro es reconocer que nuestros niños tienen una naturaleza propia a la que debemos ser sensibles, atentos. El niño es protagonista de su educación”. (L’Ecuyer, 2013).
Parece que D. Andrés Manjón que no se considera a sí mismo como un pedagogo, más bien un ejecutor práctico de medidas de empoderamiento social. Pues este principio de la observación, la curiosidad y la experiencia lo convierte en bandera de su institución.
Me vuelve a asombrar: ¿Cómo podría tener esta intuición tan viva hace más de 130 años?
¨Sobran libros en algunas escuelas y faltan instrumentos, hay salas y faltan campos y talleres, se prodiga la palabra y se escatima la experiencia y el hecho es que carecemos de sentido práctico…tres cosas buenas tienen siempre los trabajos manuales bien dirigidos: recrearse, adiestrarse y aproximar la escuela a la sociedad¨ o «la educación no se limita a la instrucción. No equivale la instrucción a la educación porque aquella es una parte y ésta es el todo. Buena es la enseñanza que educa y enseña»
como decía Manjón en su discurso leído en la solemne apertura del curso académico de 1897 a 1898 en la Universidad.